El último vuelo del Starship de SpaceX, el cohete más grande y poderoso jamás construido, llegó hasta el espacio, pero no regresó a la Tierra. Mucho estaba en juego en el noveno lanzamiento de prueba del megapropulsor construido por la empresa del magnate Elon Musk.
La etapa superior del vehículo voló por el espacio este martes 27 de mayo, superando los vuelos de enero y marzo que terminaron en explosiones y lluvias de escombros sobre el océano Atlántico. Sin embargo, a mitad de su viaje sin tripulación, la nave sufrió una fuga de combustible, lo que provocó que comenzara a girar sin control. La Starship utilizada en el vuelo de prueba no sobrevivió al intenso calor y se desintegró al caer de nuevo a la atmósfera. Las piezas cayeron en el océano Índico, lejos de zonas habitadas.
Este fallo catastrófico sugiere que los ingenieros de SpaceX aún tienen mucho trabajo por hacer con la Starship, especialmente el vehículo de la etapa superior, antes de que la nave espacial pueda ser reutilizada con frecuencia, cumpliendo así la visión de Musk, quien fundó la compañía para enviar personas a Marte algún día.
Sin embargo, se han producido avances significativos durante el vuelo, que despegó de Starbase, en el estado de Texas, a la 1,37 de la madrugada del martes, hora peninsular española. La compañía estadounidense parece haber solucionado los problemas que provocaron que la nave espacial explotara durante el ascenso de los dos vuelos de prueba anteriores.
El propio Musk ha indicado a través de las redes sociales que los próximos tres vuelos de prueba de Starship ocurrirían a un ritmo más rápido, uno cada tres o cuatro semanas.